viernes, 6 de julio de 2012

Moonrise Kingdom



¡Edward G Robinson ha vuelto! Lleva gafas, un mapache cosido al pecho, tiene menos de 12 años, se llama Sam Shakosky, y la vanidosa sinceridad de su carácter, es lo más atormentado que ha parido el celuloide en los últimos diez años. ‘Moonrise Kingdom’ es grande por sí sola, pero Shakosky la hace imprescindible. No hay duda. Ese niño es cine puro. No interesa hablar del actor, nadie quiere ver un niño de Hollywood bien avenido después de pasar un rato con Sam, sería una falta de respeto al personaje.

Claro que Sam no está sólo, le acompañan Suzy, el Jefe Scout Ward, el primo Ben, el Comandante Pierce, ‘Ojo vago’, Lionel, el resto de niños, servicios sociales, el narrador, los señores Bishop, y Bruce Willis, que a diferencia del resto de personajes le hemos visto en más películas, pero se le quiere igual.

Anderson mantiene sus premisas estilísticas, simétricas y argumentales a una distancia prudencial de la ‘atonización’ que le han producido variaciones argumentales del calibre de ‘La fuga de alcatraz’, ‘La huída’, ‘Memorias de África’, ‘Rambo’, ‘Bonnie and Clyde’, Tati, ‘La familia Monster’, Tex Avery y el espíritu ‘Cartoon’, Kubrick, Bogart, ‘La guerra de los botones’, el cinexin, y el resto de su propia filmografía. Referencias que se mantienen a una distancia similar a la del cigarro del Jefe Scout Ward. Estos referentes como en todo gran autor, son una debilidad que condiciona el conjunto sin cuestionar su originalidad. O lo que es lo mismo: Anderson rebautiza todo lo que le gusta haciendo que evolucione tal y como pueden haberlo hecho Tarantino, Spielberg, Allen, Scorsese y algún que otro principiante, convirtiendo lo ajeno en algo propio.

A esto hay que añadir los juguetes  que el universo ‘post-tenenbaum’ trajo consigo, aquí están todos y se utilizan sabiamente enriqueciendo elementos ya consagrados en los primeros films del tejano. Hablamos de los thrillers cotidianos, la importancia de las palabras, las descripciones de lugar y esa esterilización de emociones que permite a Mr. Anderson describir las acciones de una forma tan magistralmente sencilla.

Partiendo de todos estos elementos, el director deja salir a flote sus sentimientos infantiles, y convierte a sus héroes en el reflejo de todo lo que no se debe hacer para alcanzar la frustración de sus personajes adultos. Y ahí tenemos la película.

Para no aburrir, no hablaré de lo sublime que me ha parecido la presentación del campamento, ni de la maestra utilización del zoom technicoloriense, ni de lo bien que sintoniza el barroquismo de Henry Purcell en una casa de muñecas, ni de cómo el Bill Murray ‘post translation’ (el ‘cazafantasmero’ se quedo en Rushmore) ha aprendido a agredir a la gente de forma más graciosa en cada película. Quien quiera comprobar cómo las bombas atónitas pueblan las galaxias cinematográficas que realmente merecen la pena, que se vaya al cine, y olvide durante un rato todo aquello que no le 'atonize' de forma tan directa y apabullante como es capaz de hacerlo un amante de la pana y la simetría capaz de hacer joyas como ‘Moonrise Kingdom’.


1 comentario:

¿Qué te atoniza?Se aceptan peticiones