miércoles, 6 de febrero de 2013

Quentin desencadenado

Un señor en la Panadería:

- ¿Me da una barra por favor?

- ¿Claro? ¿Cuál quiere? ¿La campera?¿La rural?¿La espiga?¿La Baguette?

- ¿Cúal es la puta diferencia? Sólo conozco la Baguette y si algo tengo jodidamente claro, es que no quiero esa mierda gabacha.

- Le recomiendo la puta hogaza, es buena de cojones, viene empapadita de harina, y es tan ancha que le cabe un jodido membrillo lo pongas como lo pongas

- ¿Cubierta de harina?

 - Sí señor, le bañan en esa mierda... cómo si nevara en el puto horno.

En los noventa, Tarantino nos hizo creer en un mundo en el que sus diálogos serían posibles si todos fuésemos un poco más 'cabronazos'. Con el paso del tiempo, los subproductos que salian a su paso acabaron desistiendo, y todos nos percatamos de que sus diálogos, mejores o peores, son inimitables. Pero siguen siendo cercanos, y por eso nos encantan. Están en la vida de todos, por épico que sea lo que rodea a los personajes, el diálogo siempre esta presente como desencadenante de todo lo que este a punto de suceder. Ya sea un asesino, un nazi o un miembro del Ku Klux Clan, cualquiera de nosotros podríamos participar de las conversaciones que esta gentuza mantiene durante una película de Quentin. Comprendemos sus motivaciones en esa secuencia, no su razón de ser, pero sí su momento concreto. Y es en esta capacidad de acercar a todo el mundo la cotidianeidad de lo lejano aprovechando para canalizar la siguiente recta de la trama como consecuencia de un diálogo, donde reside el auténtico poder atonizante de este autor.

Pero he aquí en el año 2013, que el que en un principio pretendia sorprendernos con sus pericias guionísticas a golpe de entrecruzar la historia por mil vericuetos que rompían el espacio-tiempo de sus historias, ha optado en lo que suponemos su madurez creativa, por crear un molde argumental para todas sus películas (al menos las cinco últimas), en donde la épica de los acontecimientos se suceden hasta finales clamorosos que nos hacen levantarnos de la butaca pillar un vuelo a Knoxville y gritarle a la cara al genio del lugar:

¡I believe in you Quentin! Otro gran villano ha sido víctima de su propio destino gracias a una clamorosa venganza que jamás hubiera imaginado para si mismo ¡Yeah! ¡Que bien me lo he pasado otra vez! Cada vez sacas menos pies, cada vez hay menos Honey Bunnys empezando y cerrando una película en la que su historia supone la parte intermedia, ya no quedan Vernitas Green por derrotar antes de pasar al segundo volumen de un film que ni siquiera hemos visto aún. Pero da igual Quent, tu cine ya hace soñar a gente como tu soñabas con Sonny Chibba, hay muchos Clarence Worleys en el mundo deseosos de encontrarse a solas contigo en una sala suburbial... pero lo mismo te estás acomodando. Recuerda que ganaste una Palma de Oro en Cannes, no una mierda de Oscar ¡Una jodida Palma de Oro! Peckimpah, Leone, De Palma, Corbucci, Fuller, Hill y muchos otros ya te respetarían lo suficiente, pero tienes que seguir trabajando. 'Pulp Fiction' es única, y siempre lo será, pero hay que seguir despertando la curiosidad de los Hanekeros y Von Trieros del mundo antes de que te etiqueten como 'aquel director gamberro que al final resultó hacer siempre lo mismo', cualquier listillo gafapastero podría atreverse a decir 'lo sabía, este tío era una farsa'. Que te conste que ya lo están deseando hacer. Pero no lo pases demasiado mal aún, sigues siendo inimitable aunque vivas de imitar. Eso sí, debes ser consciente de que hay unas salas llamadas cines en las que te acabará por no ver nadie si acabas imitándote a ti mismo.

Y ahora que hemos terminado de 'chuparnos las pollas',vamos a lo que interesa , 'Our feature presentation', es decir, 'Django Unchained': Aquí, Quentin ha huído de los elementos atonizantes de su cine que todos suponiamos le habían impulsado a acabar haciendo esta película, pero no sólo de homenajes vive el hombre, y aunque la cinta carezca de esa expresión febril de los Spaguetti Western de Leone que si consiguió vislumbrar en 'Kill Bill' o 'Malditos Bastardos', y tampoco goze de la emotiva violencia de joyas como 'Grupo Salvaje', si se nota que Tarantino ha puesto mucho de su parte, y la película no decepciona. Hay que admitir, que por mucho que admire a Corbucci, el de Knoxville no se atreve a tratar tan mal a sus heroes como lo hacía este, y por compararlo con otros tipos de western, se puede decir que todo lo 'Crepuscular'que llegan a ser las panorámicas del film se acercan mucho más a 'Las aventuras de Jeremias Johnson' que a cualquier otro 'Fordismo', claro que ¿a quien le preocupa todo eso cuando 165 minutos de película se te pasan volando? Esta peli es un 'Spaghetti Southern' hecha por un americano, no un jodido 'Western', así que no hay porque compararlos, y visto así, encontramos una serie de elementos en forma de créditos rojos y zooms almerienses, que aderezados con la reinterpretación de los temas que Bakalov hizo para Corbucci en el Django del 66, reconvertidos a secuencias igualmente poderosas que las de la cinta original, pero muy diferentes en su planteamiento, sirven de homenaje más que suficiente para el freak de turno que vaya al cine sólo buscando eso... que no es que tenga nada en contra, sólo es un comentario. Particularmente: Yo AMO a esa gente.

A lo que voy es que esta película goza de muchas cosas válidas por si mismas que no hay que dejar pasar, y aquí hablo de esos montajes que te hacen sentir el cine como ese placer culpable que forra tu butaca con piel de gallina, hablo de un Cristoph Waltz que repite el papel de 'Malditos Bastardos' pero sigue resultando entrañablemente didáctico dentro de su extraña psicopatía, hablo de las dos primeras secuencias y su capacidad para revelar la identidad única del director, de la poesía de Ébano que supone Broomhilda, de un encuentro entre Franco 'Django' Nero y Jamie 'Django' Foxx que recuerda a Vincent y Butch,de canciones que estás deseando volver a escuchar cuando llegues a casa, de un Samuel L. Jackson magistral en su incomprensible personaje, de Dicaprio mostrando parte de su gran repertorio interpretativo, y de alguna que otra cosa que se ve ensombrecida por un final ligeramente precipitado, pero que en cierto modo nos da lo que todos esperabamos: Mucha sangre.
Cartelaco de la época

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