Ulular… ulular… luuuuuu… laaar.
Quien sea capaz de seguir ululando mientras lee ¡que
siga!, quien no…. Que se centre ya de una vez.
Dedicar lo que dura un susto a evocar al gobernante
reptiliano de ‘Conan el Bárbaro’, los mordiscos que pegaban los Critters, la ardiente
y perturbadora sexualidad del Pato Howard, los gritos de Sloth… ¿Qué os
provocan? ¿Qué pasa cuando Gollum alienta nuestro cogote en busca de respuestas?
¿Eres capaz de sostener la mirada a G'mork mejor que Atreyu? ¿Qué hay en
aquel huevo abandonado y mohoso del fondo? No te acojones. Es sólo un juego.
Este artículo es para todos aquellos que disfrutan de
ese vértigo ‘nerd’ que nos hace sentir la vida como criaturas que somos… y
temen a otras. No nos creamos más que los humanoides, los monstruos, los gigantes,
los robots, los reptiles, los Aliens, o Pierce Brosnan, las crías humanas también
tienen extremidades difíciles de aceptar. No somos de látex, pero sí somos
criaturas… y damos miedo.
Elegir vuestro propio génesis freak con el viaje a
través del miedo que propone la Bomba Atónita esta semana. Nuestros analistas
han trabajado noche y noche, para que cada cual pueda dar con el origen de su
asombro.
Comencemos nuestro recorrido hacia la atonización primigenia
del ser en los setenta, cuando Carrie sufría su menstruación en silencio, los
padres de Damien creían en el poder de una buena educación, en la habitación de
Reagan había calefacción y Jamie Lee Curtis compartía peluquero con Farrah Fawcett . A estos
personajes les unía un aire malsano que sinuosamente iba arruinando sus mundos.
Sus existencias en si mismas eran entrañables, se planteaban un futuro de lo
más optimista, pero por causas ajenas, les tocó una vida horrible. Más o menos
como la que supuso la crisis en España para los nacidos en los ochenta, pero
con elementos aún más sobrenaturales.
En el 79, todo este ambiente cargado que venía
arrastrando la década, alcanzó su cúspide cuando la Nostromo se vio invadida
por una de las criaturas angulares del terror mundial: el Xenomorfo, y
tras él, la invasión de caracterizaciones, alambres, y chorretones que todos
los treintañeros con exoesqueleto de metal aún recordamos.
Así fue como comenzó la era dorada de las carátulas. Habrá
división de opiniones sobre la calidad del cine fantástico de por aquel
entonces, pero nadie puede dudar de toda la diversión que la oscuridad era
capaz de emanar. Las criaturas siempre sonreían cómplices a su público. Ya sea
saliendo de un váter, asomándose por una puerta o comiéndose a un niño, algo
había en ellas que nos incitaba a acercarnos. En ocasiones, ni siquiera nos
hacía falta ver la película, una caja gorda de plástico con una buena carátula
ya nos tenía cachondos todo el día. Sonreír temblando era una práctica común
entre los niños de la época, aunque por la noche las pesadillas fueran negras
como el sobaco de un Ghoulie.
En los ochenta, ni los vampiros guaperas eran capaces
de resistirse a una transformación como dios manda, la fantasía vivía en una
orgía continua, y hasta los traumas existenciales de ‘D.A.R.Y.L’ o el niño de
‘El Vuelo del Navegante’ estimulaban nuestro espíritu aventurero, construir una
nave en el sótano era algo al alcance de cualquiera, ni siquiera recuerdo
porque coño no acabe la mía.
¡Sácame de los 90 por favor! |
‘Misery’ y ‘El Sexto Sentido’ supusieron dos soplos de
aire fresco en este despropósito noventero, que optó por la mala uva gratuita y
las frustraciones de perturbados poco carismáticos como excusa sangrienta para
hacer caja.
Al final, salvando la cantidad ingente de remakes y
homenajes que estaban por asolar nuestras retinas, ‘La Bruja de Blair’ abrió la
veda a una pulsión cinematográfica que aprieta pero no ahoga ‘La
autoreferencia’, una nueva manera de volver original un discurso muuuy manido, que
tras infinitas evoluciones, toco techo con ‘La Cabaña en el Bosque’, un ejemplo
claro de que el cine fantástico entretiene mucho cuando deja de tomarse en
serio a sí mismo.
Las franquicias de criaturas se perdieron en algún
punto entre Freddy y Jason, la despersonalización Zombie, y los vampiros sin
alma se volvieron legión. Asistimos a la maraña psicológica de películas
japonesas, y pasillos largos (nunca tanto como los de ‘El resplandor’), para
arramplar en las películas de cuevas y el recordatorio de que si hay que temer
algo, sin duda es a lo humano.
En los diez, o como queráis llamar a esta década
extraña y presente que nos contiene, se ha puesto de moda una forma de
atonización diferente, a la que denominaremos "Terror Febril". ‘Mártires’,
‘Déjame entrar’ o ‘Anticristo’, fueron grandes pilares a los que agarrarse para
entender como la muerte como sentimiento estético y la violencia psicológica
como forma de vida se han erguido hoy en día como el santo y seña de la
oscuridad. Actualmente, lo fantástico juega con el asombro de las náuseas que
provocan la fría exquisitez de ‘Hannibal’, o las espeluznantes paradojas
tecnológicas de ‘Black Mirror’. El terror está al alcance de cualquiera tanto
en universos hipotéticos como en la casa de enfrente, es difícil de reconocer,
pero hay mucho miedo a uno mismo, por eso yo me he apuntado a yoga.
¿A que se va a apuntar usted? |