"Hay
un viejo chiste, dos mujeres de edad en un hotel de alta montaña
comenta una a la otra, "¡Vaya, aquí la comida es realmente
terrible!", y contesta la otra: "¡Y además las raciones
son tan pequeñas!". Pues básicamente así es como me parece la
vida, llena de soledad, histeria, sufrimiento, tristeza y sin embargo
se acaba demasiado deprisa." (Annie Hall, 1977)
Michael
Haneke, Michael Haneke, Michael Haneke... pfff, menos mal que no ha
aparecido. Como perturba Haneke, da miedo hasta decir su nombre ¿Pero
quién es Michael Haneke? ¿Porqué se cuela en nuestras vidas y
monopoliza situaciones que podrían ser de cualquiera, haciendo que
ser cualquiera sea una tortura cruel e irresoluble, llena de soledad
y tristeza? Yo creo que es porque se tomo demasiado en serio el
chiste de Alvy Singer, y desde que vió Annie Hall, su vida se
convirtió en una lucha continua contra el simpático estoicismo que
propuso Woody, como fórmula para asimilar la incapacidad del hombre
por aceptar todas las crudezas que nos regala la vida por ser-vida...
Perdonar las frases largas, pero con este hombre no hay manera.
A Haneke
no le van las respuestas 'graciosillas' que puedan servir para
afrontar esta terrible situación que supone estar 'arrojados al
mundo'. A él, lo que le va, es plantear preguntas sin respuestas
concretas, pero con muchas opciones malas a elegir ante las que
debemos responsabilizarnos. Algo capaz de amargarle el día a
Schopenhauer.
Schopenhauer,
para quien no lo sepa, vivía hecho polvo por suponer que la vida de
los hombres se alimentaba de una curiosidad que jamás iban a ser
capaces de satisfacer. De ahí surgía una amargura terrible, madre
de una naturaleza huidiza hacia un destino incierto que nos tocaba a
todos ... Lo que se dice un planazo. Haneke piensa parecido, él
sitúa esta verdad en hechos mundanos, y parece querer decirnos:¿No
teníais curiosidad? Pues écharle huevos y mirar al frente, a ver
hasta donde llegáis.
¿Es un
gran director? Sí ¿Nos hace falta? Según el día. Digamos que
siempre veo las películas un par de veces antes de ponerme a
escribir. Con 'Amour' me ha quedado claro que a pesar de sus méritos,
mi insignificante vida no merece pasar otra vez por esas dos horas de
visionado.
Procedo:
La película empieza tajante, por el final,y ya, el director se
dirige a nosotros como un profesor temible que se impone desde el
primer día de clase: “Aquí no va a haber trucos ni grandes giros,
la historia que vienes a ver acaba así, no esperes un mensaje
positivo que te haga recordar que pase lo que pase la vida merece la
pena, para eso te vas a ver películas Disney como 'Mar Adentro' o
'Intocable', esta es mi visión de las cosas en modo minucioso, y soy
de Viena, así que te jodes que ya estás sentado”.
Una vez
acongojados, los espectadores de la sala parecen verse en el espejo
de una sala abarrotada, y es entonces cuando recordamos a la madre de 'La pianista' diciendo: 'Nunca sabes quien puede llegar a estar en el
público: Podrías ser tú'. Da igual en que butaca estes, todos
somos extraños para el resto, cualquiera podría ser protagonista de la historia que nos aguarda... ¿O no Michael?
Después, con todos ustedes, el presente de los protagonistas. Con ecos de la reciente 'Nader y Simin, una separación' en su versión más 'geriátrica', el director nos encierra en un espacio hermético y cada vez más diminuto, del que ya no nos moveremos. El mundo sobra. Da igual que seas Isabelle Huppert y que hagas de hija sabionda, tu opinión no cuenta, y si lo que ves te da miedo, ya estás sentado ¿te repito la borderia de antes?
Y es que
esta película es precisamente eso, una pesadilla de una sola dirección en la que todo está expuesto a la peor de las amenazas, y el amor de los protagonistas es el único escudo a mano. Como dice George (Jean Luis Trigtinant), hay que recordar que
la vida es hermosa, pero también es muy larga (aunque se acabe
demasiado deprisa). No se trata de posicionarnos respecto a lo que
vemos, sino de aceptar lo que tenga que venir, y actuar en
consecuencia. Y no pongais esa cara, son ancianos y su vida se acaba,
pero están juntos y se quieren, sus opciones les han
llevado a un universo en el que vivirían por
siempre, aparentemente no tienen de que arrepentirse, pero lo
inevitable… ay amigos, eso ya es otro tema. Para ahondar en eso
mejor vaís a ver la película.
La
cámara fija y los tiempos entre la consecución de escenas ayudan a
desarrollar la importancia del espacio y... mira mama ¡Soy
pedante!... Lo que quiero decir, y ya lo digo del tirón, es que en
esta película, como en las primeras cintas del director, el tiempo
que se tarda en llenar un vaso de agua o buscar un libro se
convierten en un auténtico calvario. Su técnica del espacio en off,
aquí muy perfeccionada,
marca la pauta de la angustia... Y ya para rematar la pereza que os
está dando acabar este parrafo, diré respecto al montaje, que aquí
las secuencias se cortan en el mejor momento, cuando parece que vamos
a poder respirar.
Emanuelle
Riva y Jean Luis Trigtinant sencillamente no existen, son George y
Anne en el final de sus vidas. Haneke nos lleva de un lado a otro de
la pesadilla con su dirección más sobria hasta la fecha,
estableciendo una narración atípica, y dándonos cogotazos cuando
menos lo esperamos, y al final, como siempre: nos deja deberes... Ay
Michael, no se como veríamos el mundo sin ti.
Lo que
hay que reconocer, es que sin Haneke, el cine perdería otra
oportunidad como vehículo artístico para expresar emociones, que en
otras disciplinas sí vemos más a menudo. Cinéfilos y gente
aburrida del mundo, aquí no se trata de evadirnos, sino de observar
de cerca una realidad que tanto
dentro como fuera de la pantalla, nos toca comernos con patatas. De
ahí esos finales asperos e inconclusos que nos devuelven a la calle
como pigmeos perdidos en un postoperatorio. La atonización de este
autor nunca se digiere del todo y sin embargo nunca caduca. Total:
Haneke si hace falta.