Desgana invernal, eso es, desgana invernal en pleno verano
es lo que ha llevado a la Bomba Atónita a coquetear con lo superfluo y enfriar
el teclado un poco más de lo debido, pero aquí estamos.
En ocasiones, el cine pasa por un estado de ingravidez en
el que las películas no acaban de ‘empupilarse’ todo lo que uno querría. Como camiones
en la A-6, una tras otra, pasan en busca de algo que sólo ellas tienen claro,
tú, mientras tanto: te medio duermes, coges el teléfono, te tomas una cañita,
dos, y siguen las disculpas.
Y así, sin acabar de disculparme por nada en concreto, esforzándome
en ahuyentar el devenir Atónito del ser, me doy a los blockbusters… por no
darme a la bebida.
Y ¿con qué me encuentro? Conque ‘El Equipo A’ ha pasado a
ser ‘El Equipo B’… Conque en ‘Oblivion’, Tom Cruise busca una trama lo
suficientemente enrevesada como para que su película dure más de dos horas y te
haga preguntarte muy seriamente que demonios haces acercándote a algo que ha
tocado el director de ‘Tron: Legacy’ (ya no me la metes más Kosinski), que en
‘Jack Reacher’ con… ¡Tom Cruise! La cosa mejora bastante, pero con una amenaza
insípida que no te deja decir casi nada malo… ni bueno, y entonces llega ‘Iron
Man 3’, o una ‘Nolanización’ Playboy del héroe, en donde la trama se echa de
menos en el sentido más ‘hilvanado’ del término. Su director Shane Black, no
opina igual, y se empeña en aligerar cada minuto de metraje. Quizá para poder
incluir un pegote argumental que encaje en su versión China, tal vez para
repetir las agotadoras fórmulas narrativas que tanto gustaron en ‘Kiss Kiss
Bang Bang’ y recordarnos que tampoco eran para tanto, o, simplemente para que en
lo que uno empieza a echar de menos ‘Los Vengadores’ o incluso al Cruise de
‘Minority Report’ (¡quien me lo iba a decir a mí!), se encuentre con un cúmulo
de explosiones lo suficientemente escandalosas como para seguir viendo la peli
sin sentir el claro caso de anemia argumental plagada de pequeños méritos
inatonizantes que asolan la sala.
Llegados a este punto, cínico y desesperado por encontrar
un filón atónito que me empuje a la escritura, acometo ciego de furia las
entrañas de mi videoteca, para acabar este inverosímil artículo y descubrir la
carrera paralela en la que el prestigio decidió darle la espalda al señor Cruise...
Y me pongo ‘Legend’. Presunta joya de los ochenta con Tim Curry
interpretando uno de los mayores iconos atónitos que se recuerden desde aquel maldito muñeco de trapo.
A pesar de que el montaje de la película recorta cualquier
presunción de inocencia que pueda tener la trama, y que Ridley Scott se quede
con una película que ni los niños ni los adultos acaben de comprender del todo.
Algunas de las imágenes más poderosas de la carrera del director y del género
fantástico en general, asolan mis gafas por completo… y la atonización vuelve.
Cruise y sus saltitos son lo de menos. Aquí la clave
reside en aislar el placer de aquellos que no necesitan excusas para atravesar
las llanuras de la lucha entre el bien y el mal en su génesis fílmico (en el
sentido menos pionero del término, no nos liemos).
El placer de esos valientes que se acogen a la enmienda
de la nostalgia y se nieguan a ponerse ‘tiquis miquis’ con los pastiches
pretenciosos, dan pleno sentido al bosque encantado. Es un cuento de toda la
vida sin miedo al fracaso asquerosamente imperfecto, ¿quién puede negarse a eso?
Ni siquiera David Bennent, el niño del Tambor de Hojalata en modo extracargante es capaz
de cargarse la película.
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